jueves, 29 de agosto de 2013

Tuiy, Miña cidade. Parte primera de la frontera.

y cuenta el de la triste figura, alla en Tuiy, su ciudad:


Tuiy, Miña cidade. Parte primera de la frontera.

Fronteiras mentais mais ala da cruda realidade,
Resquicios da dictatura que sufriron  nosos pais,
Temor do que goberna, e non se sinte parte da terra,
Morriña olvidada polo creado,
Efímero transcurrir dos anos.

Razones habrá para tal compendio de barbaridades,
Donde la dejación se ve por todas partes.
Infructuosos gobernantes,
que piensan que el pueblo no sabe,
y en el sisi, ponen todo como zanjado.

Moribundo pueblo,
Que en agonía de sus llantos,
nadie pone remedio.
y en el recuento, siempre salen los mismos lamentos.

A un concejal puente, aspiran unos,
A un tercero, aspiran otros,
Revalidar el mandato, quieren aquellos,
No se sabe, que quieren los otros.

Ninguno habla de los problemas del pueblo.
Que maldita condición,
la de político sin vocación.
Todo por no tener, donde caerse muerto. ( y si no, ¿Qué pintan ahí?)

Al entrar en la fortaleza en ruinas,
Que la ciudad de Tuiy, en lo alto alberga.
No pude más que dar la razón,
al poder de la naturaleza que lo sustenta.

Adreirás, herbas e arbustos,
Xestas, fentos e buxos,
Figueiras que algun plantou,
E algun cardo borriquero,
Que deveu plantar algun gran señor.

Que eficaz resulta el devenir de la historia,
Que todo aquello que ya no tiene fin,
Se lo devora la memoria.

Viejas paredes, de teatros inútiles,
Viejos tejados, que debieron caer hace años,
Viejos gobernantes que se aferran al pasado,
Viejas gentes que gruñen demasiado.

Cosas que acontecen en este pueblo,
Con los discursos cara a la galería,
Como este, que así termina:

Cuando protesta la vecina,
Que le seca la verdura,
Por tener la tubería obstruida.

Sale con gritos de desesperación,
Como si se le estuviera ardiendo la casa.

En auxilio fue a su gobierno.
Y aun no era la hora de comenzar,
Cuando allí ya estaba la señora.
El encargado díjole, en otro momento,
que aquello no era una urgencia.

Ella Arranco en cólera,
Y a su alcalde se fue a quejar,
Situación embarazosa de verdad,
Donde la verdura no puede secar.

Mal oliente del pesar,
En la amargura de tener que tratar,
Con aquellas corduras que suelen pasar.

Decide que van ya.
Y el sorprendido operario,
Que un sumidero tenía que desatascar,
Y aunque la mierda fuera veneno,
La verdura no podía secar.

Que gobierno es ese,
Que la cólera lo puede doblegar.
Que pueblo es ese,
Que la verdura no le puede secar.

Acaso la verdura sirve para atajar el mal.

            -Cosas que tiene la naturaleza, a todos se nos va la vida en aquello que creemos, y si tropezamos, salinos corriendo como bestias poseídas de razonamientos y exigimos la rápida respuesta de nuestro gobierno.

            -¿será verdad entonces?
            -Pues si amigo Sancho, así es la ciudad donde me encuentro.
 

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